Y cada día siento más nostalgia de ti aún sin conocerte.
L.W.O
No había dolor: sabía que moriría, mas no estaba asustada.
Algo viscoso y tibio cubría mi pecho, sentía cómo me recorría y me reconfortaba. Eran como aquellas caricias que te dan consuelo en los momentos más desoladores.
Alrededor estaban los demás, aunque no los podía ver con claridad, todo era un gran rompecabezas sin armar: una mochila verde a un lado, un par de pies, algunas piernas, rostros de agonía y dolor dispersos.
Por más que intentaba recordar lo sucedido no podía, la confusión se había apoderado de mi mente. Diferentes escenas sin lógica invadía mi cabeza. Unos brazos rodeándome. Armas. Personas corriendo asustadas. El deseo de no estar allí.
El silencio.
Cuánta tristeza sentía al saber que ellos no sobrevivirían, deseaba que todo fuera temporal, que pudieran levantarse del piso como si nada hubiera pasado, y que aquello en el asfalto fueran sólo los rayos del sol crepuscular, tiñéndolo de rojo. Ellos regresando a casa, con la gente que los esperaba y los amaba. Yo sólo deseaba no sentir dolor: quería morir y no saber más de lo que sucedía.
Un momento de lucidez llegó cuando sentí su calor, su cuerpo. Allí estaba, junto a mí. Aquella sonrisa que tantas veces terminó con mi malhumor, se había ido. Esos profundos ojos verdes miraban al infinito sin ver nada. Quise sentir su cuerpo por última vez: me aferré a él con el deseo de quedarme así la eternidad.
Poco a poco la calma llegó. Después de los gritos, los insultos y los disparos con que aquellos represores terminaron con lo que siempre quiso ser una manifestación pacífica de nuestra inconformidad.
…Y me quedé soñando por siempre a su lado.
L.W.O
Allí estábamos las dos. No había opción, ella debía quedarse hasta el final. Tomé las llaves y comencé a cerrar las puertas, todas y cada una de las que había en el lugar. Después fueron las ventanas.
Ella no decía nada, sólo me observaba, como si supiera lo que iba a ocurrir: esa abogada sería mi prisionera.Algo me inquieta y no sé qué es... o quizá lo sé pero finjo lo contrario. Ya suman tres noches como ésta, con ese tic-tac de fondo y aquel extraño ruido que habita mi cabeza: el caos. Si estuviese fuera de mi mente y mi cuerpo sería más fácil saber qué pasa, podría hacer algo.
Necesito dormir.
¿Acaso existe un parásito que se alimente de mi necesidad de dormir? Afortunadamente mis sueños no los puede devorar, ellos siguen conmigo.
¿Recuerdas qué soñaste anoche? ¿A qué te supo ese sueño? Sí, sabía a la felicidad que la realidad no tiene. No, no tenía ese gusto de los edulcorantes que conoces de sobra, esos que viene en diferentes presentaciones: dinero, pertenencias, objetos de todo tipo, risas forzadas y huecas.
Ésa sí era dulce de verdad, felicidad real. ¡Necesito saborearla nuevamente!
Déjame en ese estado de inconsciencia hasta saciarme.
L.W.O
Tuve que salir cuidadosamente del edificio, no podía creer lo que me habían dicho, pero era cierto. Un ataque de pánico me invadió, allí estaba uno de ellos, echado sobre el pasto del parque, el lugar donde hasta unas horas antes acudían a jugar las familias de los alrededores. Entre sus patas yacía un perro san bernardo, se veía tan frágil y pequeño, parecía dormido, no se veía herido, pero era evidente que ya no tenía vida.
“¡Qué cruel!”, pensé, su deseo era que todos viéramos de lo que era capaz: matar sin sangre y sin agonía. Tenía nuestras vidas en sus garras.
Sin inmutarse, aquella bestia con rasgos de reptil observaba a las personas que corrían despavoridas del lugar. Mientras otros como él se acercaban al lugar, tomando las posiciones más estratégicas para apoderarse de todo y de todos.
Uno de ellos ya sobrevolaba el edificio donde estaba mi departamento, sabía que era cuestión de minutos o segundos que con sus poderes o su fuego nos doblegaría. ¿A qué venían? ¿De dónde habían salido? Siempre creía que los dragones eran un mito, cuándo iba a imaginar que en verdad existían y habían llegado aquí a reclamar no sé qué.
¿Cómo me iba a enfrentar a esas bestias que sobrepasaban los diez metros de altura? Tampoco lo sabía, pero de lo que sí estaba segura era de que moriría en el intento antes de darme por vencida y dejar a su suerte a todos mis seres queridos.
Debía organizar a todos aquellos que quisieran sobrevivir, debíamos ser sumamente sigilosos, estar preparados para cualquier escenario, con algunos víveres y nuestros deseos más grandes por seguir con vida.
El plan, en principio, parecía sencillo: desplazarnos hasta el sótano y recorrer los ductos del desagüe hasta alejarnos de allí, pero si ellos ya se habían apoderado de la ciudad. ¿Cuál sería nuestro final? Sólo intentándolo lo sabríamos.
L.W.O