02 noviembre 2009

El jardín

Esa mañana debía quedar listo el Jardín de Primavera: las flores, arbustos y árboles debían plantarse ese mismo día. El señor Topo fue contratado para crear a conciencia los espacios donde se colocarían cada uno de los elementos que formarían parte de él.
¡Oh, no! Aunque Topo se esforzó por hacer bien su trabajo, éste no gustó a los dueños del jardín. Decenas de agujeros de tres diámetros distintos había cavado por todo el lugar. Aunque perecieran perfectos por su profundidad, tamaños y circunferencias impecables, estaban en desorden.
 “¡Cómo podían tener un jardín sin orden!”, protestaron los propietarios. Los agujeros más pequeños debían ir al centro, allí se plantarían las flores; al rededor de éstos, los medianos, donde se colocarían los arbustos; por último, los más grandes, para los árboles: ellos protegerían a los arbustos y las flores. ¡Así debían ser las cosas!
¡Caray!, señor Topo estaba confundido y molesto.  “¡Qué estupidez más grande, los jardines no son así! ¿A caso no los conocen?”, pensó el cavador. Pues no, los jardines no son así, así sólo es el Jardín de la Primavera. 
Resignado, don Topo tomó sus cosas y se fue a casa a descansar.
L.W.O